Desde que tuve uso de razón hasta más o menos los 16 años, mi familia tuvo una casa de playa en Pulpos, donde íbamos todos los fines de semana y algunas veces nos quedábamos toda la semana. A pesar de ser una casa mediana nos las ingeniábamos para que pudiéramos quedarnos a dormir mis papas, mis abuelos, mis tíos, mis primos y amigos de la familia. Nos las ingeniábamos para poder estar todos juntos. Durante todo ese tiempo viví experiencias de todo tipo: aprendí a nadar, fui a mi primera fiesta, tuve mi primer beso y hasta tuve mi primera borrachera, pero una de las experiencias que más me marco fue la que experimente cuando vi que en la casa del frente, la gente que vivía allí, se mudo.
Al poco tiempo llegaron unas personas y empezaron a golpear la casa, a pegarle, a hacerle daño, hasta matarla y convertirla en un terreno vacío y abandonado. Después de semejante abuso llego un sanador, un salvador, un creador que le dio un nuevo giro a la historia de la casa del frente. Esta persona se encargo de crear nuevamente la casa, de darle una nueva forma y vida. Se encargo de ella desde que empezó a nacer, la hizo crecer, embellecer y finalmente la hizo madurar.
Cuando vi que este arquitecto pudo convertir un terreno baldío, un terreno de lleno nada en un lugar habitable jugando con volúmenes, planos y espacios. Y ademas consiguió que las personas que habitaban este lugar disfrutaran de este al pasar tiempo en él me di cuenta que me gustaría poder ganarme la vida haciendo ese tipo de cosas.
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